La Tatuadora, entrevista a Camila Fuentes

Nombre: Camila Fuentes.
Edad: 27 años.
Estudios: Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Católica con especialización en Pintura.
Postítulo en Ilustración en la Finis Terrae.
Oficio: Costurera y Tatuadora.

Buscando aportar al escaso registro que existe en Chile sobre el oficio de los tatuadores y el tatuaje, queremos presentar en nuestra sección Oficio X Oficios a la tatuadora. Durante estos meses estaremos profundizando en los principales exponentes de este arte, su evolución a lo largo de la historia y la situación actual en la que se encuentran sus cultores.

Para comenzar les presentamos a Camila Fuentes, joven artista visual e ilustradora que hace algunos años decidió dedicarse al tatuaje. A través de su historia podrán adentrarse en este contemporáneo oficio: nos hablará de cómo decidió dedicarse por entero al tatuaje, cuáles fueron sus principales dificultades, cuáles son sus referentes y cómo experimenta diariamente el rito que conlleva realizar un tatuaje.

¿Cómo llegaste al mundo del tatuaje?
En realidad el tatuaje llegó hace harto tiempo a mi vida. Siento que la primera vez que me tatué, a los 18 años, con un tatuador que se hace llamar Coyote (Alejandro Sandino), fue cuando entré al mundo del tatuaje. Pero a tatuar como tal comencé aproximadamente hace un año, cuando con un amigo con el que vivo decidimos romper el hielo y comprarnos una máquina. Fuimos a Plaza de Armas, donde están estas tiendas enormes que tienen de todo para los tatuajes y nos compramos una máquina china, así sin saber mucho qué comprar. Ya una vez con la máquina en la casa, viendo cómo se arma, dónde van los cables, cómo poner la aguja y todo eso, empezamos a probar en nosotros mismos. Él me rayaba a mí, yo a él y a veces venían amigos a los que nos les importaba mucho tener un tatuaje quizás mal hecho. Así empecé, tatuando a amigos, tatuándome a mí, cosas pequeñas al principio.

¿Por qué decidiste hacerte un tatuaje a los 18?
Uy, no sé. Lo que pasa es que conocí a una muy buena amiga mía, que era la mujer del Coyote en ese entonces, y ella tenía unos tatuajes preciosos. Yo nunca había visto una mina con tatuajes tan bellos, y ella como que me hipnotizó con sus tatuajes, entonces dije: “Tengo que tener esto en mi cuerpo”. Pasó el tiempo, contacté al Coyote y, como yo soy súper llevada a mis ideas, me hice el tatuaje. Fue el primero y lo hice en el hombro. Ahora pensándolo a la distancia quizás me lo hice un poco por rebeldía, como esas cosas que una hace cuando niña para ser diferente, como buscando un poco la identidad. Con los tatuajes y el tiempo (porque es cierto eso que se dice de que son adictivos) me fui dando cuenta de que son como escudos también, como que te hacen más fuerte, y claro, la gente no te ve igual cuando tienes un tatuaje aquí o allá. En ese sentido pienso que te dan una identidad, y quizás eso era lo que yo buscaba cuando me tatué por primera vez.

Y después de que compraste la máquina y probaste con tus amigos, ¿cuál fue el momento en que decidiste que esta iba a hacer la actividad a la que le dedicarías más tiempo de tu vida?
Igual al principio fue súper complicado. Mucho ensayo y error, como en todas las cosas. Primero me demoré bastante en saber cómo se armaba la máquina. ¡Al principio me tiré, nomás! “Esto es intuición”, dije, “esta cuestión se arma así, la aguja va acá”, qué se yo, ¡y equivocándome caleta! Después, viendo los resultados en las pieles de mis amigos, decía: “No, esta cuestión no está bien, algo tiene que andar mal”. Me acuerdo de una vez que estaba tatuando a un amigo, que es muy moreno, ¡y fue un parto!, ¡muy difícil!, porque no se marcaba la tinta, y yo movía el voltaje, pero sin saber muy bien qué estaba haciendo, ¡muy vergonzoso! Al final fue un papelón para mí, entonces, ese día como que me traumé un poco con la cuestión y dije: “No, si voy a hacer esto, tiene que ser bien hecho y tengo que averiguar”. Y ahí me puse a ver tutoriales y a buscar todo lo habido y por haber en internet, que era bastante.

También fui a visitar a un chico tatuador que se llama Franco Santino, que es un cabro joven igual y también tiene su tienda cerca de Plaza de Armas. Yo no lo conocía a él, pero sí su trabajo. Entonces lo contacté para ver si lo podía visitar, y él muy amablemente me dijo que sí, que lo fuera a ver cuando quisiera. Así que fui un día y el loco justo estaba tatuando, y yo llegué con mi libretita, mi lápiz, así como a tomar nota, ¡y anoté todo!: cómo agarraba la máquina, en qué sentido tatuaba, qué agujas usaba, qué tintas usaba, cómo era su estudio, cómo limpiaba la piel, cómo traspasaba el transfer, cómo usaba la mesa de luz… desde lo más básico hasta cuando ya estaba de lleno en la piel. Hice un trabajo de contemplación y también de preguntar; le pregunté todo. ¡Ese día me di cuenta de que yo lo estaba haciendo muy mal!
OXO TATUADORA 6¿Él estaba abierto a ayudarte?
Sí, absolutamente. Él fue muy amable, muy amoroso. De hecho yo le llevé mi máquina y me dijo: “¡No! ¡Esta máquina deja de usarla ahora! Una máquina que te cuesta veinte lucas nunca va a dejar un buen tatuaje”. Ahí también comprendí que los materiales e invertir en un equipo de tatuajes son cosas muy importantes. Bueno, así él me explicó un montón de cosas y, en el fondo, ahí me tranquilicé y dije: “Ya, ahora por lo menos tengo un guía, ya sé cómo hacerlo”.

Después de eso empecé a conocer harta gente que también estaba metiéndose en el mundo del tatuaje, pares como yo que tampoco sabían mucho y estaban empezando. Entonces se dio la posibilidad de compartir con ellos los conocimientos; nos compartíamos el tipo de agujas que comprábamos o las tintas que estábamos usando o la fuente de poder, todas esas cosas chicas, y fuimos armando como un círculo contenedor de cabros que estaban en la misma que yo. Eso también fue un buen apañe, como para sentir que iba por el camino profesional.

¿Se da harto en el tatuaje que haya maestros y aprendices?
Sí, se da bastante. Sobre todo cuando es en estudio. Tú, por ejemplo, puedes ir a un lugar y pedir que te apadrinen o te aguachen. Así como “oye, quiero aprender”. Igual es súper hostil la cuestión, no es tan sencillo como llegar y preguntar, o llegar y meterse en un estudio. Lo que suele pasar, que a mí también me pasó al principio, es que los locos te miran un poco como “¡quién soy voh, cabrita, que andai preguntando por agujas!”. No es tan fácil. La gente tampoco te da la información de buenas a primeras, entonces hay que buscar a quién preguntarle y de qué forma preguntar. Hay como un recelo, yo siento. Te tienes que ganar el espacio.

Yo aprendí tatuándome y haciéndome tatuajes con otro tatuador, porque ahí una observa mucho. En ese sentido, mi mentor, mi primer mentor, es el Coyote: él me hizo casi todos los tatuajes que tengo. Yo le preguntaba todo desde pendeja, siempre le pedía que me enseñara a tatuar.

Igual yo aprendí tatuándome y haciéndome tatuajes con otro tatuador, porque ahí una observa mucho. En ese sentido, mi mentor, mi primer mentor, es el Coyote: él me hizo casi todos los tatuajes que tengo. Yo le preguntaba todo desde pendeja, siempre le pedía que me enseñara a tatuar. Cada vez que él me tatuaba me decía: “Mira, esta es la puntera, esta es la aguja, a ver, mira, tómale el peso, tira una raya, mira, acá se aprieta el pedal”. Él siempre me abrió la puerta para aprender, y ¡bacán!, ¡es un máster!

Volviendo a tus herramientas de trabajo, después de la máquina china ¿qué máquina te compraste?
Después de ocupar harto tiempo la máquina china que me costó veinte lucas y que era nefasta, averigüé un poco más y me compré una máquina rotativa, que ocupa otro sistema, más nuevo, distinto a las máquinas tradicionales. Las máquinas tradicionales se llaman máquinas de bobina, y las rotativas tienen un sistema distinto a la hora de mover la aguja porque hacen un giro circular. Entonces junté un poco más de plata y me compré una máquina buena al tiro. Fui a una tienda de máquinas que se llama Inside Tatoo, que queda más o menos en Antonio Varas con 11 de septiembre, y me compré una máquina más bacán. Bueno, también me la compré un poco sin saber cómo usarla, porque era otro sistema. Harta gente me había dicho que para empezar era mucho más difícil con la máquina rotativa, pero yo ya llevaba un tiempo con la máquina de bobina, así que dije: “Ya, igual me tiro con la rotativa”. Lo bueno que tiene esta máquina es que es más liviana y se puede regular para lo que una quiera: si quieres pintar, delinear, si quieres puntillismo, ¡lo que sea! ¡Claro que es harto más cara! Pero la diferencia es brígida; se nota en el trazo. La línea es muy diferente con una máquina de bobina china que con una rotativa buena.
OXO TATUADORA 2¿Tienes algunos tatuadores en los que te guíes o algunos referentes de los que nos puedas hablar?
Mira, el estilo tradicional es uno que me llama bastante la atención por el tipo de dibujo, por lo sintético que puede llegar a ser el dibujo. El tatuaje tradicional, al que llaman “old school”, de línea gruesa, ese me llama harto la atención por el tipo de dibujo que tiene, porque es tomar una figura cualquiera y sintetizarla a tal punto que casi todos los tatuajes son iguales. Hay mucha gente que trabaja en esa línea. Eso me llama la atención. No sé si lo sigo tanto, pero igual lo tomo como referente a la hora de diseñar algo.

Un referente que sí me llama a imitar es el rollo del puntillismo. A la hora de hacer volúmenes o luces y sombras, siento que el puntillismo es un estilo que me acomoda. Además es súper meditativo porque vas punto por punto. Pero generalmente trato que mi diseño sea lo más ilustrativo posible, que se parezca más a una ilustración que a algún estilo de tatuaje. Más que seguir un estilo, ojalá poder desarrollar uno propio, pero hacerlo bien ilustrativo, con línea delgada, delicado.

Otro estilo de tatuaje que me interesa, aunque no sé si sea un estilo, es el que mezcla figuración con geometría. Por decirte algo que es súper visto igual: el venado, la cabeza del venado con una pirámide en la frente. Eso también me llama harto la atención; es súper bonito y está muy de moda también. Me gusta porque es como simbolizar, la idea del tótem, pescar una figura y endiosarla, por así decirlo, o darle un toque medio sagrado o simbólico mezclado con la geometría.

En ese sentido del símbolo o del toque sagrado que puede adquirir el tatuaje, ¿tú sientes que tienes un rol como tatuadora dentro de nuestra sociedad?
Hace no mucho estuve pensando eso mismo. Conversando con amigos y con mi pareja me di cuenta un poco de que esto es como histórico, como si al final los cuerpos fueran piezas antropológicas. Yo siento que en ese sentido todos los tatuadores tenemos un rol: marcar la historia o el contexto que estamos viviendo, y eso va a significar algo o quizás pueda salir en un libro de historia en unos años más. Pero en el presente me cuesta entender la carga que tiene el trabajo que hago, y en el fondo es hermoso ir dándose cuenta de que mis ilustraciones se vuelven vivas al momento de estar en un cuerpo, ver cómo se expanden, como redes, como si mi ilustración se fuera caminando con dos patas a distintas partes del mundo o por la ciudad. Entonces como que se genera una red invisible, un entramado energético.

Igual una puede hacer una recopilación de los tatuajes a lo largo del mundo, en diferentes lugares y épocas. Finalmente el tatuaje ha sido una constante en la historia del ser humano. El registro en el cuerpo al parecer sigue muy vivo hasta el día de hoy.

Claro, y más allá de que sean mis dibujos, yo encuentro que el acto de tatuarse es como un rito. Es un rito que se conecta con los tatuajes precolombinos, con los tatuajes chinos, con los yakuza; es como si se volviese a repetir ese rito en cada uno de los tatuajes que se hacen.

Y cómo es cuando la gente llega a tatuarse contigo. ¿Vienen y te piden “hazme esto”, o te cuentan toda una historia de por qué se quieren hacer un tatuaje?
Ambas. Por ejemplo, un amigo vino recién y la verdad es que no tenía claro qué es lo que quería de tatuaje, pero me trajo libros, buscamos referentes en internet y me contó un poco de su vida; igual una establece una relación, no sé si afectiva, pero sí un lazo. Aunque también sucede que viene una persona con una frase escrita y se la quiere hacer tal cual; pasa un poco de las dos formas. A mí, en lo personal, me gusta más involucrarme, conocer a la persona que voy a tatuar, y es bacán, porque me voy haciendo amigos todo el tiempo y mi circulo se amplia.

¿Sientes que haber estudiado arte e ilustración te sirvió para desarrollarte ahora en el oficio de tatuadora?
Cuando yo estudié arte nunca me imaginé que iba a terminar en esto. De hecho, muchas veces me paso el rollo de que quizás debería estar en alguna galería, haciendo algo más noble, como podrían ser quizás las bellas artes, que es lo que te propone la escuela. Pero, claro, me sirvió un montón, porque estudiar arte e ilustración te da una capacidad estética, por así decirlo. No sé si al no estudiar arte no la tienes, pero a lo que voy es que pasas por muchas pruebas o recibes muchas herramientas que te hacen desarrollar esa visión crítica, poder saber qué se ve bonito, el tema de figura y fondo, o las sombras, o cómo resaltar una cosa más que otra.

Y estudiar ilustración fue lo que más me encaminó, porque es el dibujo mismo. Es la técnica misma, el dibujo, y pulir tu técnica, ser más específico en eso. Entonces estudiar arte e ilustración me “acortó el camino” a la hora de decidirme por el tatuaje. Como ya tenía la parte del dibujo súper desarrollada, tomar la máquina fue un poco como aprender a usar otro lápiz y otro soporte. Mucha gente me decía: “Pero llevai un año tatuando y en verdad vai súper bien”. Y yo creo que es por eso, por haber pasado por toda esa experiencia de dibujo antes.

Pasando a otro tema, ¿son pocas las mujeres tatuadoras?
Yo creo que sí hay, pero mayores. La Expo Tatoo que hubo aquí en Santiago fue un aprendizaje gigante, porque el formato era más de cien tatuadores en persona tatuando en el momento, en tiempo real, y venían de todas partes del mundo. Ahí también estuve pegada mirando, viendo el proceso. En esa expo vi un par de mujeres, pero eran locas más grandes, también con un estilo súper definido, muy femeninas, ese era su rollo.

Igual yo no conozco muchas mujeres tatuadoras. Por lo menos en los típicos lugares que existen para tatuar uno no ve muchas mujeres; son casi todos hombres.
Sí, es verdad y no sé por qué será eso. Igual el rollo de tatuar es un compromiso heavy, como que yo siento que hay que tener una fuerza y una seguridad para hacerlo. Más que ser bueno para dibujar o tener buen trazo, es cómo tú te sientes al momento de hacerlo, y eso también es un trabajo que requiere un rato. Trabajar la confianza, creértela y tener claridad al momento de hacerlo, planificar bien el trabajo y estar totalmente segura, o sea, tú manejas la situación, tú eres el que tiene que transmitirle eso a la persona. Quizás por eso son más los hombres los que se han dedicado, por carácter.

Sí hay una mujer que es tatuadora y que está siendo súper exitosa en estos momentos. Su trabajo me gusta caleta, se llama Tomasa del Real, es una loca que yo conocí como la amiga de una amiga y después me di cuenta de que ella trabaja mucho y tiene el medio estudio. Tomasa trabaja en Iquique y cuando viene a Santiago se llena de horas, o sea, pedir una hora con ella es casi imposible, y ella trabaja en el estilo tradicional que te comentaba antes, se dedica a eso y es súper buena. Ella también es súper segura de sí misma. También hay otra loca que conozco que se llama Karina y que fue aprendiz de la Tomasa. Ella también es buena.

Pensando más en el proceso mismo del tatuaje, cuando alguien viene a tatuarse ¿cuál es el procedimiento que sigues?
Mira, hablando de procedimientos, lo más tradicional —creo yo— serían las tiendas del Portal Lyon o las del centro, donde la gente va a tatuarse y está el loco con su portafolio, el catálogo, y la gente elige un diseño. Pero lo que yo hago es más personalizado, en el sentido de que la persona se contacta conmigo y me explica qué es lo que se quiere tatuar o cuál es la idea que tiene. En ese sentido se une perfectamente al rollo de la ilustración, materializar la idea en un dibujo y ese dibujo después tatuarlo. Entonces, claro, se conversa primero el diseño, por decirte algo: “Me quiero hacer unas flores”, y yo pregunto: “¿Qué flores? ¿En qué posición? ¿En qué parte del cuerpo?”. Una vez que tienes el diseño y la persona lo aprueba, me da el vamos. Y ahí la persona viene para acá y empieza todo el rollo, se traspasa con el transfer y después… dolor, jajaja, ¡puro dolor!

¿En cuántas sesiones le haces un tatuaje a alguien?
Depende del tamaño y de la complejidad del diseño. Se pueden hacer cosas pequeñas, pero no muy pequeñas, porque no duran mucho. Por ejemplo, un tatuaje muy pequeño puede durarte 4 o 5 años, porque la piel va mutando mucho durante el tiempo y se pierde un poco el tatuaje. Pero el tiempo que demora hacer un tatuaje finalmente depende de su tamaño y de los detalles que tenga.

¿Y qué es lo más raro que te ha pasado tatuando?
Lo más raro que me ha pasado es ¡equivocarme rotundamente en un tatuaje! Fue una situación que obviamente me enseñó un montón, fue como un charchazo. Llegó un loco que yo no conocía, era la primera vez que él se tatuaba y trajo un símbolo celta que era como un laberinto, algo muy complejo, lleno de líneas y cosas, y yo necesitaba mucha concentración para poder tatuárselo. La verdad es que yo estaba con un prejuicio por el diseño. Pensaba: “Puta, este hueón se quiere tatuar esta hueá. ¿Por qué se quiere hacer esto?”. No me gustaba, estaba de mala gana haciéndolo. Entonces hice las líneas bases primero, las guías, y al momento de pintarlo en vez de pintar la figura pinté el fondo. No sé si fue por concentración o desconcentración, pero estaba muy metida en el tatuaje y de repente me echo para atrás y caché que me había equivocado y fue fatal. Pensaba en cómo decirle a una persona que me equivoqué en su piel y que la equivocación iba a estar de por vida. Entonces me vino como taquicardia, me dio la pálida y tuve que soltar la máquina. Le dije al loco: “¡Hueón, me equivoqué!”. Y el loco me dijo: “¡Qué!” Y yo: “Por fa, tranqui, voy a solucionar esta cuestión”. Y bueno, afortunadamente lo solucioné bien y al final quedó como el negativo del tatuaje y a él le fascinó, casi que me decía: “Bacán que te hayas equivocado, me gusta más así”. Pero fue fatal.

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Marcar la piel de alguien y además estar infringiendo dolor. Entonces, también, saber cuál es la relación que se establece entre el tatuador y el tatuado, lo amable y lo cálido que tienes que ser. Y la energía que le tienes que proyectar a la persona. Olvidar todos los prejuicios y enfrentarte a la situación con todo el respeto que requiere.

A mí eso me sirvió pa’ pegarme un alcachofazo, cachar que no podía tener prejuicios con el tatuaje del otro. También fue una oportunidad para tomarle el peso a lo que estaba haciendo, que es en el fondo marcar a alguien de por vida. Marcar la piel de alguien y además estar infringiendo dolor. Entonces, también, saber cuál es la relación que se establece entre el tatuador y el tatuado, lo amable y lo cálido que tienes que ser. Y la energía que le tienes que proyectar a la persona. Olvidar todos los prejuicios y enfrentarte a la situación con todo el respeto que requiere.

A propósito de lo que dices, de que al tatuar marcas la piel de alguien de por vida y le estás infringiendo dolor, ¿cómo manejas el tema del dolor?
Generalmente los tatuadores no se preocupan mucho por el dolor, pero a mí me pasa que me preocupo bastante. Estoy todo el rato preguntándole a la persona: “¿Estai bien? ¿Necesitas algo? ¿Quieres tecito, agua con azúcar?”. ¡No sé! El tema del dolor es súper relativo porque finalmente depende del umbral de dolor que maneje cada persona. Hay gente muy alharaca y hay gente que no siente nada; una loca una vez se quedó dormida mientras yo la tatuaba. Entonces también depende del estado anímico en el que está la persona, si es mujer y está con la regla o no, todas esas cosas influyen harto. Yo me preocupo de hacerlo suave, no cargar demasiado, no dañar demasiado la piel. Y ahí es importante planificar el tatuaje, no tener que pasar muchas veces por la misma línea, porque dañas la piel y la cicatrización es más lenta. Pero yo siento que el tema del dolor al final es un detalle, porque la gente se da cuenta de que no duele tanto y se van haciendo otros tatuajes. Duele pero es muy soportable, y hay cosas en la vida que duelen mucho más. ¡Hay que ser valiente, nomás! Yo siempre pienso que cuando duele mucho es porque estai pagando tus culpas, tus pecados, no sé, jajaja.

Para terminar, cuéntanos un poco cómo te promocionas. ¿Te hiciste una marca? ¿Cómo te contacta la gente cuando quiere hacerse un tatuaje contigo?
Con el rollo de la ropa y la ilustración se generó una identidad o una marca, que es Lú. Así me conoce la gente y me contacta por Facebook o por mail, o de boca o en boca también. La gente sabe de mí porque algún amigo se ha tatuado y se lo muestra. Pero yo creo que internet es la herramienta que más me ha servido para encontrar la pega y para poder mostrar también, porque a todos los tatuajes les saco una buena foto y la subo, entonces así también se esparce por las redes. Y bueno, ahora hace poco descubrí el Instagram, que es otra red súper importante donde también se mueven caleta de tatuadores. Un amigo me dijo un día: “¿Tú no tení un Instagram? ¡Te cagai todos los tatuadores que tienen Instagram!” Y es verdad, hay un mundo del tatuaje solo en Instagram; más que Facebook, para los tatuajes es Instagram.

¿Todas las semanas tienes gente que viene a tatuarse? ¿Puedes vivir del tatuaje?
Absolutamente. Claro que al principio es más difícil porque no tienes tantos clientes todas las semanas. Pero una vez que ya te hiciste una agenda y planificas tu mes con las citas y todo eso, es como una pega y de eso vivo ahora.

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