La Cisne Negro: nuevo espacio para el culto de los oficios en Valdivia

“Se ofrece algo que no existe: el sueño del gran taller, donde puedes venir a desarrollar cualquier inquietud creativa. No debería faltarte ni las herramientas ni el lugar. No hay excusas para no trabajar.”

Tuvimos la oportunidad de conocer la nueva sede del taller colectivo La Cisne Negro, proyecto que desde hace un par de meses se abre a nuevos desafíos. Su norte: ofrecer un espacio para desarrollar los oficios poniendo a disposición infraestructura, herramientas de todo tipo y calidez humana para realizarlo. Con el nuevo espacio nace en Valdivia la posibilidad de llevar la creatividad a rumbos desconocidos y La Cisne Negro, precisamente, desea estar al servicio de ese proceso misterioso, donde se encuentran distintas disciplinas bajo las directrices del desarrollo de los oficios. Conversamos en esta ocasión con Quentin De Neyer y Benjamín Carriquiry, artífices del proyecto.

¿Cómo nace la idea de este espacio?

Yo creo que este espacio es una extensión de lo que teníamos antes pero más chiquitito. Desde un comienzo tuvimos la idea de compartir, de aprovechar los espacios comunes, y no sé en qué momento lo de los oficios tomó importancia. Nuestros intereses siempre estuvieron vinculados con ellos, nosotros a la madera, la Pía con joyería, la Cata igual hacía muchas manualidades. Atrajimos a gente que hacía cosas más que a gente que trabajaba en modo computador, y siempre teniendo las ganas de que la gente con pocas cosas tuviera acceso a las herramientas para desarrollar un oficio. Se ha ido dando de forma orgánica.
Inicialmente fue arrendar un espacio y luego entender que íbamos a encontrar un espacio entretenido. Siempre tuvimos la idea de tener un lugar para jugar, la extensión del taller de tu casa donde te quedas corto de herramientas. Y siempre fue importante la colaboración, la experimentación, la investigación, el prototipado.

¿Cómo funciona el espacio?

Te puedes hacer miembro de la comunidad por diez “lucas”. Por esa plata anual tienes acceso a todo el espacio, es una especie de matrícula. Luego pagas proporcional por hora. Tienes un cajón con tus cosas, llegas, te registras, usas tus herramientas, un espacio y luego marcas tu salida. Tú llevas tu registro y por lo tanto cuánto debes pagar. Se cobra 500 pesos la hora. El espacio por ahora tiene espacios para trabajar madera, joyería, costura, electrónica, carpintería en fierro y mecánica general. Para cerámica todavía no tenemos todo, pero está a punto. Y para bici, está lo básico. Y bueno, la cocina, eso es nuevo también. Se comparten los horarios, se reservan, y se entiende como un taller más.

¿Cómo sucedió que se quedaran cortos de espacio en la antigua sede?

No fue así en realidad, nos echaron del taller de carpintería. Entre las 19:00 y las 21:00 había actividades, era un solo espacio, entonces no podías venir a trabajar. En esa búsqueda de taller salieron las ganas de unificar todo. Fue una decisión mixta de decidir unificarlo todo y pegarse un salto, escalar en un proyecto y convocar a más gente.

¿Qué es lo que más les gusta de su proyecto?

Una cosa que se piensa de una forma y que se transforma porque la gente llega con otras ideas e implementa otras cosas bacanes, es estar al servicio de lo que necesitan. Se ofrece algo que no existe: el sueño del gran taller, donde puedes venir a desarrollar cualquier inquietud creativa. No debería faltarte ni herramientas ni el lugar. No hay excusas para no trabajar.

¿Cómo ven operando esta nueva casa?

Justo como decía el Quentin, esa transformación y operando según los intereses de la gente, no sabemos en qué se va a convertir pero claramente relacionado a los oficios. Desarrollar proyectos basados acá pero con impacto, acciones de intervención urbana, por ejemplo, bicicleteros piratas, y que los creen acá… Por decirte algo, estoy inventando. Acoger todos esos proyectos. Y yo creo que hartos talleres. Al principio no pensábamos tanto en eso, pero lo han pedido mucho. Hacer talleres específicos pero que habiliten un oficio, pensando cómo lo van a ejecutar. Yo lo pienso con la madera: darle continuidad a tu formación desde un lugar más autodidacta. Muchas veces tomas un taller y luego no puedes continuar el oficio porque desarrollarlo implica comprar muchas cosas o tener infrastructura y el conocimiento se pierde, no continúa. Aquí, el mismo taller que te da las herramientas pedagógicas te da las herramientas para luego seguir trabajando, y no dejas tirada a la gente después del taller. Es un movimiento contracultural.

Cuando hablas de contracultural, ¿cómo lo entiendes?

No sé, creo que hay una motivación política detrás que tiene que ver con hacerle el gallito a los espacios más oficiales. De partida, no hay fines de lucro, hay otro espíritu, y atrae a ciertos perfiles de personas que tienen afinidad, y se van gestando cosas lejos de lo mainstream. Es lindo ser un lugar donde los outsiders se sienten cómodos.

¿Qué implica que no haya fines de lucro?

La importancia de que no haya fin de lucro es que, de partida, permite que los precios sean accesibles, se horizontaliza el acceso a las herramientas y permite que el foco sea el proyecto en sí mismo. El foco no son las lucas, si no que el proyecto sea cada vez más bacán.
(De fondo se escucha a la Pía dar martillazos, trabajando la plata en el puesto de orfebrería).
No quiere decir que no se sustente o que tengamos que pedir fondos, es hacer una alternativa real que funcione. Tiene que ver con cómo la gente se relaciona con nosotros: en base a la confianza. Si la gente se anota, si hay préstamo de cosas, funciona si la gente lo hace funcionar. Para que eso funcione, tienes que demostrar que haces las cosas para ellos. Si la gente sabe que me estoy haciendo plata, la gente cuida menos las cosas. Solo queremos sustentarnos y eso implica tener cobros, pero no más allá del trabajo. Nos gusta que el trabajo se remunere pero no el capital. Es la idea principal del no capitalismo: si trabajas, es normal que tengas un sueldo por tu trabajo, pero no si tienes un capital, como una casa, una posición en el mercado. En los oficios, esa posición permite lucrar más por tu imagen pública, ahí estás rentando por tu capital. Aquí es open source, códigos abiertos, no es la idea que la gente venga a inventar cosas para patentarlas, si no que se reproduzcan en cualquier parte del mundo.

¿Cuán abiertos están a las artes?

Justamente es un lugar que convoca a lo que está entremedio. Tiene que ver con las herramientas, cada una se usa para algo específico, para una “categoría”, pero estando ahí puedes hacer lo que quieras con ellas. La diferencia entre artes y oficios es tema de debate. En la joyería estás en el límite entre ambos. Nosotros ponemos a disposición las herramientas, pero entre los miembros hay artistas y artesanos y la gente que hace artesanías u oficios no hacen cosas en modo productivo. Para mí, lo importante es la creatividad en el oficio o el arte en un pensamiento más lateral, y es importante en los talleres que hacemos: la idea de no solo a aprender un oficio, si no que desmitificar técnicas, conocer materiales para crear.

¿Por qué el nombre La cisne negro?

Viene de la teoría de Nassim Taleb que dice que el mundo evoluciona a partir de “cisnes negros”, que son eventos inesperados y que cambian totalmente al mundo o, a pequeña escala, una vida.
Es finalmente una predisposición mental, aceptar que no entendemos el mundo. Darse cuenta de eso te hace aceptar la vida no necesitando entender todo, pero sabiendo que puedes transformar siendo un actor relevante. En ese momento rayamos con esa hueá y le pusimos ese nombre. Ligamos todos los eventos bajo esa filosofía, los éxitos o no, y tomas decisiones de otra forma.
Los cisnes eran blancos, y cuando los europeos llegaron a Australia descubrieron que existían cisnes negros. Cambió toda la visión y luego lo explicaron y lo integraron a la lógica. La teoría del cisne negro atenta contra la mentalidad de status quo donde todo se racionaliza y se controla, esa idea de que nada va a cambiar, y en realidad no. Es típico creer que ya lo inventamos todo. Hace 50 años pensaban lo mismo, y cuando piensas eso siempre llega algo que cambia el mundo.
Nosotros tres venimos de temas más intelectuales y nos aportó caleta aprender un oficio. El conocimiento, cuando aprendes un oficio, se traspasa a otras áreas. Por ejemplo, yo mismo pude transmudar el aprendizaje de hacer algo en madera a otra área, por ejemplo, a los conflictos internacionales. Y precisamente la creatividad tiene que ver con esa posibilidad de metaforizar el conocimiento.

¿Hay algo más que nos quieran contar?

Insistir que queremos que se junte gente con distintas habilidades: electrónica, informática… Esperamos recibir a gente curiosa, con saberes que se complementen. Que te intereses para completarte en un sentido más psicológico. Hay gente que es intelectual y que viene porque necesita hacer cosas con las manos. Ver esa transformación en alguien que ve que puede utilizar sus manos es muy mágico. Aterrizar, haz todo tú mismo, si ves algo en internet, acá está todo para implementar. Hay un grupo “Hazlo tú mismo en Valdivia”, no es lo mismo, pero está asociado a La Cisne.
Es un lugar de encuentro, no es un lugar para consumir un servicio. Ojalá puedas sumarte al ecosistema y encontrar a la gente que te apañe, echarlo a andar. El sustrato son las ganas de compartir y colaborar, de poner a disposición herramientas y espacio para la comunidad. Hay una especie de meta, no realmente clara: la idea es vivir, tener un modo de vida minimalista simple y centrado en lo importante. Porque todo es parte de una economía colaborativa, hay una huerta compartida, que no sea tener tu casa con tu biblioteca, es un sueño que puedas estar viviendo en una pieza enana y poder estar viviendo también acá sin tener que necesitar otras cosas.
Significa estar gastando menos, por lo tanto trabajar menos. Siempre deseamos que la gente pueda trabajar media jornada para dedicarse a lo creativo, versus tener muchas cosas y mucha plata.


Dirección: Baquedano 628. Valdivia.
Facebook: Taller compartido La Cisne Negro
Teléfono: 09 8479 1731

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