El dolor nos ayuda a volver a conectar con nuestras brujas

por Javiera Naranjo y Pablo Marchant

La siguiente entrevista fue hecha en el marco de un proyecto que estamos desarrollando en las localidades de Rari y Panimávida con las tejedoras del crin. Trata de un boletín llamado: La Mariposa, que llega directamente a la casa de cada una de las tejedoras, con el objetivo de acompañarlas en estos días de tanta incertidumbre, invitándolas a reflexionar y divertirse con nosotras. Si bien este proyecto está dirigido a las mujeres tejedoras, pensamos, que las palabras de Niza Solari pueden acompañar y nutrir el presente de más personas que, al igual que las tejedoras, también están en casa afanando sus oficios, mientras piensan en este caos, cómo enfrentarlo y proyectar futuros posibles.

A modo de presente, les dejamos a continuación la entrevista del boletín de manera íntegra para ustedes, ojalá les haga sentido y acompañe estos días.


Conversaciones para fluir con Niza Solari Oyarzo

Fue detenida y torturada durante la dictadura de Pinochet, por lo cual tuvo que salir del país cuando tenía 21 años. Ella afirma que le fue difícil asumir ser víctima, pero ha trabajado mucho para transformarse y ser hoy una obrera de la espiritualidad, como le gusta definirse. Fue exiliada en 1989 en Canadá y fue allí, a los 23 años, donde conoció el chamanismo. Volvió a Chile, trabajó en proyectos comunitarios, en el Fosis, volvió a irse de Chile a Colombia por un año y luego a Buenos Aires por 6. Al regresar a Chile entró a laburar en el Consejo de la Cultura hasta el 2009 y en el año 2012 co-creó el Círculo Social de Terapeutas de Valparaíso, que es desde donde trabaja hasta el día de hoy. Niza hace 18 años transita en el pulso del tambor, como practicante chamánica, enseñando y aprendiendo, por varios países de América Latina. Asegura con convicción que su trabajo es político porque se dedica a develar las mentiras que nos han construido estas ficciones, estos dolores, estas dependencias, estas decadencias del ser en las que estamos viviendo y que están puestas completamente en el tener, poseer cosas materiales y el consumismo.

También desde su trabajo apuesta a la transformación de las comunidades, invitándolas a cuestionar radicalmente la forma de conocer el mundo que nos han legado. Explica que es importante recuperar y/o aprender otras visiones de mundo, que nos devuelvan la conciencia sobre la integridad que tenemos como seres humanos. Después de 17 años de trabajo realizando terapias, está convencida que todos los seres humanos tienen la posibilidad de la transformación, no hay nadie que no pueda acceder a su historia más profunda y de ahí modificar su vida. Viajar a las propias memorias, preguntas, dolores, alegrías, y a todo aquello que inquieta, para así equilibrarse.

A continuación las dejamos con una conversación que tuvimos con Niza Solari hace algunas semanas, para compartir con la comunidad de tejedoras del crin de Rari y Panimávida. La invitamos a hablar sobre la pandemia que nos atraviesa y los desafíos que nos ha puesto a todas en este presente. Le pedimos un poco de guía para estos tiempos tormentosos, algunas ideas para ayudarnos a sanar en la intimidad de nuestros hogares y con los nuestros. Ojalá la disfruten.

¿Cómo estás entendiendo esta pandemia en este contexto que estamos a nivel mundial, país?, ¿cómo lo estás mirando tú, sintiendo?. Cuéntanos de manera bien amplia y desde todos los lugares en los que quieras indagar para poder pensarlo.  

Es bien interesante lo que está sucediendo en nuestro planeta hoy, por primera vez en la historia de los seres que estamos viviendo este presente sucede esto así, tan transversal, tan poco concreto de un lugar, de un territorio. Nunca habíamos estado los seres que estamos viviendo hoy en este mundo, en esta realidad, en esta historia, una situación colectiva de la envergadura que estamos viviendo hoy.

Lo que se recuerda cuando se remonta en la historia es algo así como 1918, creo que le llamaron la peste española, la fiebre española. Y fíjense que interesante, tanto en ese momento como ahora, la enfermedad viene con un rasgo de discriminación, o son los españoles en ese caso, o son los chinos en este caso, siempre vamos generando una exterioridad del enemigo, siempre está afuera de nosotras.

Yo estoy entendiendo esto como un derrumbe ¿si? porque todo esto ha traído, ha evidenciado la violencia de la desigualdad, la ha puesto aquí, y no es que nosotras no supiéramos, claro nosotras lo sabíamos, pero ahora ya no hay con que tapar eso, no hay caja de beneficio que lo aguante, se desborda. Se desborda todo, se desbordan las aguas, se vuelven a desbordar los volcanes, está todo desbordado; nos desbordamos nosotras. Y a mi me gusta la idea del desborde, porque perdemos los bordes, perdemos los límites y, entonces, cuando perdemos los límites podemos experimentar otras posibilidades de lo humano.

En circunstancias así me gusta mirar y preguntarme ¿qué vamos a aprender de esto? ¿qué es lo que se nos viene a mostrar? ¿qué es lo que se nos viene a decir? en términos de esta colectividad tan grande que somos.

Y qué alternativas encuentras frente a este desborde, frente a este derrumbe del que estamos siendo parte y testigos.

Volver a organizarse. ¿Qué genera este desborde? Hay que organizarse, hay que abrir, es ser salmón, nos toca ser salmón, nos toca remontar el río; ir hacia arriba, con la convicción de que voy a encontrar aguas más limpias, voy a encontrar donde poner mis huevos.

Porque si yo me entrego a esta corriente del derrumbe, si no me rebelo, me muero. Yo, la Niza, cuándo tú me preguntas cómo lo enfrento yo, yo tengo que rebelarme, no tengo otra posibilidad, tengo que arreglármelas para salir, tengo que arreglármelas para hacer lo que me gusta, lo que necesito, tengo que arreglármelas para tocar el tambor, o sea, yo me las arreglo, me las ingenio, salgo, busco, me desbordo.

Y es necesario que cada una en su intimidad pueda pensar de qué manera va a enfrentar este desborde para salir de este derrumbe del sistema que estamos viviendo, y ojo, porque este sistema capitalista le ha puesto medicación al desborde: remedios para dormir, para la ansiedad, para la depresión. Y también lo ha puesto, lo ha establecido, como una forma de relación, el desborde lo pongo afuera, en otros, no en mí. Y aquí aparece esto de las rencillas, las cosas que venimos arrastrando por siglos, por generaciones, en donde, la abuela de mi mamá se peleó con la abuela del caballero de dos casas más allá y nunca más se vieron, y así, no nos hacemos cargo de nuestro propio sentir y se lo adjudicamos a un otro.

Entonces, tenemos formas que representan nuestros propios demonios, de esos demonios que empiezan a aparecer porque estoy aquí conmigo, no tengo más, me tengo que bancar. Porque antes de esta pandemia, tenía que salir a trabajar y ahora tengo que trabajar aquí. Antes podía salir en algún momento a comer a otro lugar, ahora tengo que comer siempre aquí. Y antes salía a relacionarme con otros, y si tengo que hacerlo ahora, lo tengo que hacer aquí, mayoritariamente a través de un plasma o por los celulares, entonces, todo eso va generando mi desborde, porque en estos lugares no nos conocíamos, no habíamos tenido la oportunidad como humanidad de tener que atravesar una experiencia colectiva de estas características.

De este modo y según lo que dices, ¿sobre qué aspectos del cotidiano sientes que ha venido a modificar el contexto de la pandemia?

Está vivencia que se está experimentando va ir generando una conducta, esto no lo podemos olvidar, porque la vida no tiene porque ser modificada del todo por las exigencias que se nos han dado producto de la pandemia. Y en este sentido hay que resistir. ¿Y cómo se resiste? solo en colectivo, no hay otra forma, solo en colectivo podremos salir de esto, para mi eso está claro. Y es que antes de que este sistema capitalista fuera tan salvaje y neoliberal como lo es ahora, habían otras formas de organización y funcionaban, más allá de lo personal. El Neoliberalismo volvió lo personal tan importante, tan, tan, tan significativo, estamos preocupadas de qué es lo que me diferencia de las otras, es eso desde donde me contradigo, o me excluyo. Y ando preocupada de que alguien me miró feo, o de cómo me miro a mi ¿y qué importo yo? si hay un propósito mayor, yo no puedo ser tan importante. Porque como individuos podemos desaparecer y, sin embargo, los colectivos van a permanecer.

¿Cómo crees que podemos ir construyendo ese colectivo desde la intimidad en la que estamos ahora producto de la pandemia?, ¿Cómo nos invitarías a pensar ese salir de mi lugar en donde estoy tan cómoda para abrir la posibilidad de pensarme con otras?

Es interesante eso de lo íntimo, yo creo que ese fue el rapto más grande de la dictadura, sinceramente; el espacio de lo íntimo. Entonces es inevitable que surjan estas dificultades vinculares de lo superficial, porque lo íntimo no se toca, lo íntimo no se toca porque está raptado, no se habla, se invisibiliza: los dolores, los traumas, eso que está en el espectro de lo íntimo; no hablamos de los dolores, y después los dolores salen mutados y aparecen como el conflicto con mi vecina.

Entonces, pienso que a lo mejor para comenzar ese proceso es importante visualizar nuestras fortalezas personales y colectivas. Es poder ver aquello que han hecho en sus vidas, todo lo que han realizado, si, con esa fuerza y esa convicción de la creación. Porque son mujeres creadoras, crean a través de sus plantas, crean en sus patios, crean con sus manos, crean humanos y son capaces de nutrir todo eso. Imagínense, si cada una es capaz de nutrir todo eso, cómo sería si todo eso lo hicieran de manera colectiva, qué serían capaces de nutrir, qué serían capaces de crear, si ponemos en valor todo aquello que hemos sido capaces de realizar sin organización. Este sistema nos hace creer que solo podemos crear en la organización de lo chiquito, nos lleva a creer que eso es lo significativo y creamos solo desde una fuerza ahí tan chica, tan núcleo, siendo que podemos ser una unión de grupos, una unión de células.

¿Qué le recomendarías a las mujeres tejedoras, a quienes les llegará esta entrevista, para ir reconociendo y potenciando esa construcción?

Recomendaría ser honesta, porque cuando soy honesta me acepto con mis tonteras también. Me acepto con mis idioteces, con mis demonios, con mis días de mierda, el otro día, por ejemplo, los gatos me volvieron loca acá en la casa y los agarre y los samarrié, bien samarriados y les dije: ¡se van!. Y después me entró la culpa por lo que hice y digo: por qué hiciste eso, pero me doy cuenta que ese era mi sentir del momento, y entonces dije: ¡ya chao! me aburri, tengo derecho a aburrirme, tengo derecho a estar enojada, tengo derecho a sentir rabia, tengo derecho a que todos los días no esté con la mejor disposición del mundo.

Porque lo que el otro o la otra piense de mi es problema del otro, yo no puedo estar siempre al servicio del otro, entonces, qué pasa con las mujeres mayoritariamente, no digo que esto sea en toda realidad, pero mayoritariamente qué pasa con nosotras, cuando nos hacemos responsables de una maternidad, de una casa, de toda una situación que es colectiva, la tomamos y nos hacemos cargo solas y toda la responsabilidad del bienestar de las personas y seres con los que vivimos corresponde solo a una persona, entonces, ahí yo observo una trampa: ese es el poder que me ha otorgado el capitalismo dentro de la maternidad, pero para ejercerlo me tengo que olvidar completamente de mí, sí, entonces, sigo todo un linaje de aprendizaje, de mal aprendizajes del amor y de lealtades, y en eso no tengo permiso para estar mal. Y cuando me siento mal, cuando castigó, siento culpa y es muy grande y no me puedo salir de ahí si no me hago consciente de que necesito encontrarme conmigo. Y eso es aquí y en la quebrá del ají, eso no tiene edad, no tiene sexo, no tiene género, no tiene nacionalidad, eso es la existencia.

¡Qué difícil! cómo salir del pensamiento de la culpa y del deber ser, que está muy instalado a partir de las familias, de la escuela, de la vida misma. Cómo liberarse de él, de esa sensación que genera tanta angustia adentro, porque es una voz moral que nos oprime, por lo menos a nosotras nos pasa.

Sí, con eso a mi ser le resuenan muchísimo las elecciones, las decisiones, las rupturas, mirar las comodidades, mirar ese pensamiento recurrente. Entonces, si yo me doy cuenta, por ejemplo, que hace rato me está haciendo ruido algo me hago cargo. Por ejemplo, yo hace mucho que estoy escribiendo un libro y que no termina de salir, y me doy cuenta que no termina de salir porque hay un monstruo adentro mío que no me habilita a hablar, y ese monstruo adentro mío que no me habilita hablar es un monstruo que tiene siglos, si, por lo menos ochocientos años, que me quitó la voz y que se llama patriarcado.

Entonces, cómo yo habilito esa voz, a través de prácticas ancestrales. Y cómo voy poniéndole sentido al tejido, a mi actuar, para liberarme de esa culpa ¿cómo? Son preguntas que quizás no se han hecho mayoritariamente y para encontrar respuestas a esas preguntas probablemente tendrán que extender ese conocimiento que tienen en las manos cuando tejen el crin ¡que es maravilloso! porque sí tienen ese conocimiento aquí en esta parte de los dedos (indica las yemas de los dedos), ¿imaginense lo que tiene en todo el resto del cuerpo?, es como una pregunta, si yo extendiera esa percepción de la punta de mis dedos con la que tejo, porque es una cosa, que vos decís: ¡en mi vida! yo tengo motricidad fina, pero mental (risas), lo que las mujeres hacen con sus tejidos es impresionante.

Entonces, las invito a que no nieguen llevar esa fineza o esa percepción a otros campos de su vida, cómo me expando a pensar con esa sutileza otros lugares de ustedes mismas y de su entorno. Porque lo que hace el capitalismo es empequeñecer, me contrae, me lleva a la especialidad y no me dice que esa especialidad que yo tengo tiene un tejido que es también colectivo, me la individualiza, me la reprime. Entonces, las invito con estos ejercicios que les dejaré a ir liberando esa sensación de culpa, de deber ser que nos han impuesto por tanto tiempo a nosotras las mujeres.

Y para quienes no están pudiendo sobrellevar del todo bien este momento, toda esta incertidumbre ¿Qué les aconsejarías hacer?

Se pueden hacer ritos de transformar, pueden quemar, o se pueden entregar al agua, todo aquello que yo ya siento que me aprieta y lo quiero disolver, el agua lo disuelve, los nudos, me entrego. Pueden hacerse baños de pie, no necesitan tener tina, darse baños de pie, darse baños de asiento, para ir liberando su mente de los pensamientos rumiantes que han sido contagiados, como dicen en México, esa cosa de la enfermedad blanca, la enfermedad blanca que aquí sería la enfermedad de lo citadino, de la ciudad. Si tu estas en ruralidad lo orgánico sería que estuvieras en una conversación permanente con ese flujo de la naturaleza, que no surgieran estas neurosis que se observan en la ciudad, pero es difícil porque estamos todos contagiados de capitalismo, toditos y es un proceso profundo salir de ahí.

Es bonito también si pueden hacer la idea de honrar la vida, de honrar sus vidas, armando un altar, por ejemplo, si creen en la virgen, que pongan la virgen, honrar la naturaleza, prendiendo una vela que es el fuego, poniendo un vasito de agua, poniendo un pote con semillas, poniendo inciensos, poniendo fotos, imágenes de quienes son sus amores, de sí mismas, honrarse con un altarcito ahí en su casa. Esas cosas van conectando y nos ayudan un montón a atravesar todo este lugar de intimidad, poder tener ese lugarcito íntimo donde yo prendo mi vela, miro mis imágenes, estoy ahí con eso, con esa sensación de íntimo, eso también es muy bonito. Y se puede hacer en cualquier parte.

Y llevando todo esto a los lugares desde donde estamos viviendo esta experiencia profunda y tan compleja, qué importancia crees que tienen los territorios para cada una, desde dónde lo estamos viviendo físicamente.

El contexto geográfico organiza tu estructura mental, tu forma de entender y de aprender el mundo, entonces, creo que es una maravillosa posibilidad estar más cerca de la naturaleza, cuando uno se crea o cría alrededor y siendo una parte más de la naturaleza. Porque esta cosa que se da tan fuerte en la ciudad, de qué te diferencias tanto, que la gente de la ciudad dice: voy a la naturaleza. Y yo me río y digo, y bueno, aprende a estar contigo misma (risas), qué es la naturaleza, o sea, soy un ser vivo, soy parte de esa naturaleza ¿qué onda? es alucinante esa disociación de lo que es la naturaleza con lo que soy.

Además, es tan opresivo el urbanismo y el citadismo, tan opresivo occidente, que es quien inventa la ciudad como lugar de éxito de la vivencia. Si vives en una ciudad es porque tienes éxito, es como una cosa estructurada en la mente, en el inconsciente colectivo. Y eso ha sido impuesto en ciertas ruralidades, como un deseo, como querer tener aquello que la ciudad representa, porque al igual que como el rico ha generado el deseo en esta idea de la clase media, ocurre con el tema de la ciudad y los espacios rurales.

Entonces, pienso que si tenemos la posibilidad de estar en espacios naturales, es una hermosa posibilidad de abrirse a ese campo de una manera directa, de que somos seres humanos sintientes, más allá de lo que me digan, soy libre de hacer lo que quiera en ese espacio que habito. Es importante volver a conectar con esa sensación de la libertad, poder ir al campo, ir al río, más muchas no lo pueden hacer, porque tienen la idea de que no pueden hacerlo, porque ya está impresa la idea de aceptar la orden, pero todo lo que vivimos es distinto en cada contexto. Yo invito a atreverse a romper la barrera impuesta y salir a poner los pies en la tierra, a ir a mirar el río, si es que no lo hacen, romper el demonio de la culpa y de la obediencia, porque en aquellos territorios rurales, lejos de la ciudad, todo esto que está ocurriendo es diferente, entonces podemos enfrentarlo de una manera diferente.

No sé si tu sabes pero este territorio de las tejedoras en crin se reconoce como un pueblo de brujas, al parecer es un lugar antiguo donde ha existido una práctica por parte de las mujeres que lo han habitado ha disposición de la sanación de otros. Qué piensas tú de la brujería, de las brujas.

Para mi la brujería es gozo, la brujería es irreverencia, la brujería es lo que hacen, me hace todo sentido que las identifiquen como un pueblo de brujas, ya que viven entre mujeres, eso es la brujería, construyen y crean entre mujeres, eso ya es la brujería. La brujería no es sentarse a hacer hechizos, no, es una forma de vida.

Somos ese mestizaje de lo occidental con lo de estos territorios, originario de estos territorios. Entonces, en ese champurreo yo creo que tiene que haber un reconocimiento de la bruja, desde que se entienda que hacen brujería cuando prenden la vela, le piden a un santo, cuando hacen: sana sana potito de rana, sino sana hoy sanará mañana, están haciendo brujería. La brujería es un acto, es una acción de deconstruir lo establecido, en el sentido de creer en lo alterno, darle vida a aquello que no se ve y ellas lo hacen, ellas dan vida a esa alteridad, o sea, con sus manos tejen unas cosas que realmente yo no sé cómo lo hacen.

Y quizás alguna por ahí no se siente tan representada o conectada con esa idea de la bruja, porque igual durante muchos años se ha visto a la bruja como una imagen quizás más oscura o de maldad, ¿cómo una puede conectar con esa parte de la bruja que cuentas, que es tan inspirador sobre todo para estos tiempos?

Quizás contar la historia de dolor nos ayuda a volver a conectar con nuestras brujas. Ese tirano que yo digo que tengo que tiene ochocientos años, es la inquisición, eso está en nuestras memorias. Y en este tiempo, con todo lo que está ocurriendo, se están moviendo memorias muy muy viejas, con todo lo que está pasando en el cielo, se abre también esta memoria de la brujería, porque la brujería es colectiva, nadie hace brujería en sí misma, por sí sola, en su individualidad. Por algo nos quemaron, por algo nos encarcelaron, por algo nos sacaron de la faz de la tierra y nos hicieron desaparecer, esos años del 1200, 1300, 1400, nos instalaron esta idea de que la única forma de que nosotras sobreviviéramos era si había un hombre en nuestro hábito, entonces, nos teníamos que casar para poder existir, nos quitaron la tierra, y eso está de alguna manera en nuestro inconsciente colectivo por siglos.

Entonces, cómo despertar la brujería, hablando del dolor, o sea, solo hablando del miedo y hablando del dolor de manera descarnada para poder deshechizar el cuerpo de este embrujo que hizo la inquisición. Eso que marcó generaciones, de generaciones, de generaciones de mujeres libres, ¿sí? entonces tenemos que volver a nombrar lo que no se nombra, es volver a decir lo que no se dice, es volver a hablar lo que no se habla. Entonces, hay que volver a hablar de la bruja y poner ese lugar del desacato como un lugar de vida creativa, porque qué hizo el patriarcado con la creatividad, la instituyó a través de la maternidad y es mucho más que eso, y estas mujeres que tejen lo deben saber muy bien, lo tienen en su memoria.

Para terminar reforzando la idea de lo colectivo que hablabas al comienzo, como la posibilidad que tu sientes podemos tomar para enfrentar este momento. ¿Qué palabras podrías darle a las mujeres de Rari y de Panimávida con respecto a su organización colectiva?.

La única forma de resguardar ese saber entre ellas es desde el apoyo mutuo, entonces, cómo generar un tejido entre quienes buscan resguardar, buscar objetivos comunes, más allá de lo personal, o sea, juntas, comunes, y sentidos comunes que tengan cada uno de estos grupos asociados entre sí. Por eso ocupamos las figuras de organizaciones más antiguas donde pueden crearse una asamblea, por ejemplo, no tienen para que juntarse las 100 o 200 que son, pueden hacer asambleas de representantes. Pero asambleas que lleven la voz de sus colectivos, que quede la voz, y ahí hay algo bien importante, las vocerías tienen que ser rotativas, siempre. Porque cuando la vocería no se hace rotativa empiezan a generarse los individualismos y todas esas cosas de personalismos que después importa más lo personal que lo colectivo, porque el ego te juega en contra y sos capaz de vender, digamos por ejemplo, los derechos de la flor que hacen las mujeres de Rari por una pretensión personal. El capitalismo nos lleva a esos lugares porque es un bicho, es un virus, es un embrujo, entonces, cómo es un embrujo hay que desembrujar, por eso estamos siendo llamadas las brujas a despertar, para desembrujar del capitalismo, porque la alternativa al capitalismo es la brujería.

Entonces volver a esas juntas de mujeres antiguas, donde nos juntábamos a hablar de los dolores, de lo que nos pasa, de lo que nos une, de lo que deseamos, más allá de lo que nos peleamos, el dolor de perder un hijo, el dolor, o la soledad de tener que criar solas, hablemos de eso, de los medios que atravesamos, de las rabias que he sentido. Vamos a invitar a crear esa colectividad, insisto, es mostrar la herida íntima, el dolor y cuando nos damos cuenta de que ahí en ese lugar hay una dominación, hay una igualdad, me pasa lo mismo que a la otra, esa herida deja de doler tanto y me puedo hacer cómplice de la otra, entender, empatizar. ¿Es complejo? muchísimo, requiere tiempo, decisión, apertura, requiere pelearse, requiere confrontarse, estar preparada para caer, para no tener la verdad, para estar equivocada, para fracasar. Y como estamos infestadas de capitalismo, no queremos nada de eso, pues, no queremos fracasar, no queremos perder, no queremos no tener la razón, no queremos no estar equivocadas. Es fuerte el capitalismo, pero desde las posibilidades que nos da el construir de forma colectiva podemos encontrar una salida.

La información de baños es parte del trabajo y conocimiento de la colectiva kuzkas: “Somos una colectiva feminista del territorio de Valparaíso, en constante transmutación. A lo largo de los años nos hemos manifestado a través del arte y el rito cotidiano, en lo íntimo y en la calle. Honramos los saberes entre mujeres, la trama, lo ancestral y ejercemos lo espiritual como un acto político. Somos brujas, locas y creadoras” @colectiva.kuzkaz

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