Cooperativas en Chile: Origen e Historia hasta nuestros días

La historia del cooperativismo en Chile y el resto del mundo está estrechamente ligada al contexto social y económico tanto en un nivel mundial como local, es decir, se relaciona a las consecuencias de las post guerras, a los movimientos sociales y obreros, los gobiernos de fines del siglo XIX y el XX y sus diversas perspectivas de fomento y desarrollo local, tanto del país como del continente. Es así que tenemos que recordar que el surgimiento de la primera cooperativa en Inglaterra se da prácticamente en el final de la revolución industrial del siglo XIX, respondiendo a un contexto de condiciones laborales deplorables y desigualdad social de los obreros. Desde ahí, el cooperativismo se alza como una forma de asociación alternativa frente a principios capitalistas que se estaban instaurando de lleno en aquella época.

El origen de las cooperativas en Chile

En 1887, en la ciudad de Valparaíso, se forman las primeras cooperativas en Chile a partir del gremio de tipógrafos, que desde 1854 ya se encontraban organizados en la Mutual de Tipógrafos (Las mutuales tienen por objetivo reunir a trabajadores u obreros de ciertas especialidades, con el objetivo del socorro mutuo, y en ese entonces también la educación popular), es decir, una parte de los trabajadores en el país ya se encontraba en la constante búsqueda de formas de organización y ayuda mutua frente a las condiciones laborales y sociales de la época. A partir de allí, se crearon dos cooperativas de consumo “La Valparaíso” y “La Esmeralda”.

La ciudad de Valparaíso a fines del siglo XIX.

La Cooperativa Somnaval realizó un estudio el año 2013 acerca del origen de estas dos cooperativas pioneras en el territorio. Entre sus resultados destaca: en el contexto de su creación, el país atravesaba una crisis sanitaria causada por un brote de cólera proveniente de Paraguay y el norte de Argentina (no parece casualidad que ahora, en pleno brote de Covid-19, el cooperativismo se perfile como una alternativa válida y realista frente a la crisis). Según el Diario El Mercurio del 6 de febrero de 1887 en el artículo titulado “Sociedad cooperativa de consumos”, quienes estaban impulsado la consolidación de “La Valparaíso” tenían por objetivo lograr vestir de manera elegante a sus socios en sastrerías. Y no se cerraban a la posibilidad de eventualmente abarcar los rubros de la zapatería, sombrerería y lavandería.

Resulta relevante que en las causas que motivan su creación se refleje una clara influencia extranjera, pero desde las clases obreras, tal como puede leerse en el testimonio que uno de sus impulsores menciona al periódico: “Varios jóvenes de este puerto han realizado una idea que en países más adelantados que el nuestro ha dado espléndidos resultados y que desearíamos ver implementada cuanto antes por las clases obreras. Nos referimos a la formación de una sociedad anónima en que los accionistas serán los mismos consumidores y obtendrán, por consiguiente, los beneficios que esta clase de negocios deja. Dicha sociedad llevará el nombre de Sociedad cooperativa de Valparaíso, tendrá por ahora un capital de 30.000 pesos divididos en 600 acciones de a 50 pesos cada una, cuyo pago se hará por cuotas mensuales.” (Somnaval, 2013:4).

Finalmente “La Valparaíso” se constituyó con 275 integrantes, en su mayoría empleados, comerciantes, también algunos profesionales médicos y abogados, entre otros. Cabe decir que hay socios de esta cooperativa que además figuraban entre los integrantes de la cooperativa “La Esmeralda”.

Por su parte “La Esmeralda” al igual que “La Valparaíso” tenía por propósito vestir a sus afiliados en sastrerías, aunque además incluyó el rubro de los abarrotes. Fue impulsada por artesanos, asimismo sobresalen otros rubros o profesiones como mecánicos, marinos, militares y abogados, entre otros. Se conformó con un total de 342 socios. En el estudio antes nombrado, se señala que en “La Esmeralda” hubo socios que incluso tuvieron un importante papel en la Guerra del Pacífico (la que había finalizado seis años antes de la constitución de esta cooperativa y que anexó al territorio nacional la actual zona del norte grande del país, y por tanto, despojó a los países vecinos de Bolivia y Perú, obteniendo toda la riqueza mineral del salitre y el cobre que sostendrían la economía nacional por las próximas décadas, en gran medida a base de trabajo obrero), como lo fueron; Jorge Montt (quien posteriormente se transformaría en Presidente de la república y luego Alcalde de Valparaíso), Eduardo de la Barra (Escritor y poeta), Policarpo Toro (Capitán de fragata que tuvo un importante papel en anexar Rapa Nui a Chile). También destaca entre sus socios Carlos Van Buren (Filántropo y banquero). Por último, nos resulta relevante mencionar que ninguna mujer figuraba en la lista de los miembros de estas dos cooperativas, aunque resulta curiosa la siguiente mención “Don Alberto Latham por su esposa Doña Delfina Reyes Latham (Coop. Esmeralda)” (Somnaval, 2013:19)

Revisando estos antecedentes, puede decirse que en este país las primeras cooperativas buscaban mejorar la calidad de vida de sus integrantes y familias, logrando menores costos para acceder a la vestimenta y alimentos. Una manera de demostrar que la unión puede otorgarnos un mejor pasar.

La consolidación del cooperativismo en el país

Trabajadores en la Alameda, Noviembre 1918. Imagen perteneciente al repositorio de Memoria Chilena.

En esta nueva forma de asociatividad se distingue la fundación en 1904 de la Cooperativa de Ferrocarriles del Estado, siendo igualmente una cooperativa de consumo de trabajadores, tuvo la particularidad de ser la primera promovida desde el Estado chileno. Recordemos que las cooperativas se rigen por los llamados Principios de Rochdale (ayuda mutua, responsabilidad propia, democracia, igualdad, equidad y solidaridad). No obstante, después del término de la Primera Guerra Mundial, que dejó a Chile en recesión por el fuerte descenso de los ingresos del salitre, en 1924 se promulga la primera Ley de Cooperativas como parte de la promoción de otras alternativas económicas frente a esa crisis; “formalizando un sector que, hasta ese momento, había evolucionado a partir de iniciativas aisladas que se habían constituido, en su gran mayoría, como sociedades por acciones” (Berg y Coloma 2018:4). En 1927 nace el Departamento de Cooperativas, dependiente del entonces Ministerio de Fomento. Posteriormente dentro del contexto de una política económica nacional que fomentaba la sustitución de las importaciones (que se presenta a modo de respuesta al impacto de la crisis económica global vivida en 1929), se da nacimiento en 1939 a organismos como CORFO, que dan auge a las cooperativas en áreas rurales, enfocadas principalmente en los ámbitos silvoagropecuario y de electrificación. CORFO jugó un importante papel para el movimiento cooperativo, porque fue el organismo que otorgó créditos y el financiamiento necesario para que estas cooperativas pudieran concretarse y sostenerse. Hay que recordar que quienes solicitaban estos créditos no tenían un fuerte piso social y financiero, con lo que difícilmente podrían haber optado a un crédito en otra institución.

A partir de 1960 en adelante, la Ley de Cooperativas sufrió diversas modificaciones impulsadas por la Reforma Agraria y la invención de diversos organismos de fomento como INDAP y SERCOTEC. Lo que se explica por estar dentro de un marco de continuación de un paradigma que promovió la sustitución de importaciones e impulsó una “economía hacia adentro”, aquello era parte de una estrategia económica de la CEPAL que luego del término de la Segunda guerra mundial, buscaba industrializar a América Latina. Por lo que en las estrategias económicas y de fomento en el gobierno de Frei Montalva se dio gran importancia al cooperativismo como política de estado, en específico para lograr dotar de servicios básicos a los medios rurales (recordemos que existen cooperativas de agua potable, vivienda y electrificación, entre otros).

Posteriormente, en la dictadura militar (1973 – 1990), el cierre de las cooperativas y la escasa creación de otras nuevas fue una constante que caracterizó a esa época. Principalmente porque estos organismos se consideraban un foco impulsor de movimientos sociales o populares. Las cooperativas que, en ese entonces, continuaron existiendo se enfocaron en un carácter productivo más que social, por lo que podría decirse se alejaron del “espíritu” inicial y social que impulsó su inicio. “Esto se explicaría, por un lado, por la persecución política y, por el otro, por la predominancia del liberalismo económico en las políticas públicas de la época, que proveían de pocos incentivos para la creación de este tipo de organizaciones.” (Berg y Coloma 2018:5).

Una vez terminada la dictadura, y tras una larga tramitación de 10 años, se promulgaron nuevos cambios a la ley en el año 2002, ya que durante la década de los 90 y con la vuelta de la democracia el auge cooperativista estuvo ausente de la agenda; principalmente porque el modelo económico de corte neoliberal instaurado en el régimen no sufre grandes cambios. Y a pesar de eso, según afirman Berg y Coloma, durante la década del 90 las cooperativas de carácter agrícola y campesino gozaron de éxito, el que se explica gracias a su posicionamiento y ventajas en el mercado más que por un empuje estatal.

Con la modificación mencionada en 2002 se promulgó la eliminación de la definición de las cooperativas como entes sin fines de lucro “liberalizando la repartición de excedentes entre los socios/as, facilita la obtención de personalidad jurídica para las nuevas cooperativas que se constituyan, asimilando su constitución a la de las sociedades comerciales, es decir, mediante escritura pública cuyo extracto debe inscribirse en el Registro de Comercio y publicarse en el Diario Oficial” (Matamala 2004 en Hernández y Radrigán 2008:169).

Sus últimas modificaciones a la fecha fueron realizadas en 2015 durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet, incluyendo la rectificación del número mínimo de integrantes (de diez a cinco), para la constitución de una cooperativa. Las cambios a la ley ese año resultaron ser cruciales para impulsar el cooperativismo, como revisaremos en la siguiente sección.

Situación actual del cooperativismo en Chile

Resultado de sus reformas a mayo del 2017, el número de cooperativas activas en el territorio nacional se cifraba en 1.403 (Fuente: Deecop Chile), con casi 2 millones de personas siendo partícipes de ellas. En el país, las cooperativas representan un 1,5% del PIB (DAES, 2015), y un 70% de ellas están fuera de la Región Metropolitana.

De acuerdo a datos de DAES (División de Asociatividad y Economía Social del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo), al año 2017, la distribución de las cooperativas se presentaba de la siguiente forma:

Fuente: DAES 2017 en Decoop Chile 2017. Elaboración propia.

En el gráfico destacan las cooperativas de servicio representando más de la mitad del total, seguido de lejos por las cooperativas agrícolas, las de trabajo y muy por debajo las Confederaciones o Federaciones.

A lo largo del año 2015 y 2017 se vivió un gran auge del movimiento cooperativista, aumentando la existencia de las cooperativas activas en un 47,1% (pasando de 938 a 1.380 organizaciones). Este aumento puede haberse debido a la modificación de la ley realizada en 2015 que hizo más flexible la conformación de las cooperativas. 

Palabras al cierre

Como Oficios Varios queremos invitar a la asociatividad o apoyo mutuo dentro de las comunidades y territorios. Es así como las cooperativas se presentan como una opción viable para muchos productorxs locales que en estos tiempos de pandemia y confinamiento, han sufrido las consecuencias del entramado social envuelto en crisis, y por tanto, en una constante interrogante acerca de las formas en que podemos seguir subsistiendo y también resistiendo. Quizá no es casualidad que al igual que cuando las cooperativas surgieron en Chile, hace ya más de 130 años, en el país también se vivía una crisis sanitaria, la del cólera.

Urge una reestructuración de las maneras en que no solamente producimos, sino que en las que sociabilizamos y entregamos lo que hacemos, ese algo no enajenado que dentro del ámbito de los oficios se ha mantenido existiendo y resistiendo en paralelo a la fuerte presión del capital. ¡Ante la crisis, unir fuerzas!


FUENTES

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Bibliografía de referencia:
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